Charles S. Peirceclaves para una ética pragmaticista
- Boero, Hedy Lorena
- Jaime Nubiola Aguilar Director/a
Universidad de defensa: Universidad de Navarra
Fecha de defensa: 22 de junio de 2012
- Alejandro Gustavo Vigo Pacheco Presidente/a
- Paloma Pérez-Ilzarbe Serrano Secretario/a
- Julio Seoane Pinilla Vocal
- Ignacio Redondo Vocal
- Wenceslao Castañares Burcio Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
El propósito de este estudio es demostrar que en Peirce se da un interés progresivo y real por la ética, y que en sus escritos de madurez existe una ética pragmaticista, fruto de un largo proceso especulativo, a la que dedica una parte considerable de su reflexión y que posee un papel relevante en su doctrina del pragmatismo. Existen dos líneas al investigar qué es la ética para Peirce y el papel que ocupa en su sistema filosófico. La primera es la evolución de la noción de ética. Desde sus estudios lexicográficos, que contribuyen a precisar el uso adecuado de términos como ética, moral o moralidad, hasta sus aplicaciones de la doctrina de las categorías a las ciencias normativas, que determinan que la ética es la segundidad de una segundidad, hay un desarrollo y un enriquecimiento cada vez mayores en su modo de comprender la ética. Durante los últimos veinticinco años de su vida, esa comprensión alcanza su desarrollo más sólido y maduro. La segunda línea a seguir son las claves que configuran precisamente esa ética pragmaticista. Peirce la concibe como la ciencia que estudia la conformidad de la acción autocontrolada con el fin último del hombre, la ciencia que indaga sobre el camino para alcanzar el autocontrol que lleva hasta el ideal supremo de la vida humana. Esa noción de ética está constituida, en lo fundamental, por tres claves esenciales. La primera es la noción de causalidad final, por la cual la ética pragmaticista es sobre todo una ciencia de propósitos, ordenada al ideal o fin último del hombre. La segunda es la noción de acción autocontrolada, por ser la ciencia que estudia las acciones deliberadas, especialmente desde el punto de vista de su cualidad reflexiva y de autocrítica. Por último, la tercera clave está en su carácter de ciencia normativa, que le confiere ser una ciencia positiva, con una base objetiva; ser una ciencia de relaciones, una ciencia de la segundidad; y, por último, ser una ciencia que estudia los caminos que conducen al hombre a ciertos ideales que trascienden de algún modo al individuo y abren su horizonte a un ideal más elevado y universal: la razonabilidad concreta.