La huella de Virginia Woolf

Resumen

En la primavera de 1941 Virginia Woolf decidió poner fin a su vida en las aguas del río Ouse. Cincuenta años después, su figura poética no sólo no ha disminuído un ápice, sino que ha adquirido proporciones de mito. Su retrato ha sido reproducido una y mil veces. Son incontables las ediciones de su obra. Si un día su prosa fue tachada de excesivamente delicada o de mero experimentalismo formal, hoy se reconoce unánimemente su crucial colaboración en la supresión de la falsa división entre prosa y poesía, así como en la destrucción del imperio de la realidad exterior en literatura. Para muchas mujeres, es una de las Madres de la Novela, quizá la que contribuyó decisivamente a que la escritura femenina levase anclas hacia el infinito. En ese sentido, pocas mentes han hilado tan fino al interrelacionar la sumisión económica y social de la mujer con la escritura femenina. Y aunque a veces se la acusa de elitista, lo cierto es que casi ninguna voz se atrevió durante la guerra, como ella hizo, a cardar y denunciar la maraña del militarismo, fascismo y patriarcado. El Departamento de Filología Moderna de la Universidad de Alcalá y el Consejo Británico no decidieron conmemorar su terrible suicidio, sino celebrar su inmortalidad: la huella imborrable que su obra, su sensibilidad y su inteligencia han grabado en millones de mujeres lectoras y escritoras.